viernes, 5 de enero de 2007

Llena llena


¿Qué hay peor que un borracho, en mitad de una discoteca, dando vueltas como un loco, y balbuceando con todo el mundo? Pues que ese borracho seas tú.
Cuando creía que ya no podía ir a peor, pensaba que ya era imposible, cojo y me pillo una muy pero que muy gorda, sin control, como dice el anuncio, la potencia no sirve de nada, pues bien, yo digo que el alcohol, sin término medio, no te asusta de nada.
Perdón es lo que busco, el perdón de mi hígado, mi úlcera, mis neuronas, mis pies, mis ojos, y de la gente que me rodea, el perdón que todo borracho pide cuando se coge un pedal del quince y se pone pesado, se pone a filosofar sobre la vida, el secreto de la eterna juventud, el verdadero sentido de que existan dos sexos en el mundo, el que haces con tu pareja, y el que no haces con tu pareja, vamos, Nietzsche en estado puro.
Lo peor de todo ,el día siguiente, que no te acuerdas de la mitad de la historia, y tienes que llamar a la gente para que te cuente esto y aquello, sabes más o menos lo que has estado haciendo, pero los detalles, lo importante, no lo recuerdas.
Y es que qué sería de la vida sin el alcohol, sin las drogas, o en definitiva, y con otro nombre, aquellos elementos que nos ayudan a huir de la cruda realidad. Siempre digo que no me fío de alguien que no tenga un vicio, algo que le haga escapar, perderse, dar rienda suelta a su cabecita pensante y salir de toda la auto represión. No es que apoye la utilización de los estupefacientes y demás en el vago intento del olvido de la realidad, pero hay muchas y variadas maneras de conseguirlo. Lo bonito está en la aceptación, el darse cuenta de que cada uno lo afronta como puede, o quiere, y aceptarlo, nada de censuras y críticas.
Que tu mente vuele, no la ates, total, en esta vida estamos para vivir.
Maemia maemia que resaca.

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